He tenido la suerte de viajar a diversos lugares, pero el Lago de Atitlán, formado por la erupción de uno de los tres volcanes que lo rodean, es un lugar mágico.
Nos alojamos en Laguna Lodge, que apareció en National Geographic dentro de los 25 mejores Ecolodges. La posada en sí misma es grande, con una decoración rústica pero elegante y, con sólo 7 suites, es casi garantía de tranquilidad y privacidad en todas las impresionantes áreas comunes del lugar. Además, con su propia área natural privada y excursiones a la cima de la montaña, es una experiencia increíble. Basta con mirar una de las vistas de los senderos.
Además de la belleza natural del lugar, visitar los diferentes poblados cercanos al lago es todo un placer. Los “taxis de agua” son baratos y coloridos. Presta atención al nombre de esta lancha con la Laguna Lodge de fondo: Titanic.
No es el mejor nombre para un barco, pero parecía muy seguro.
Alrededor hay 12 poblados, cada uno nombrado como los 12 Apóstoles. Visitamos San Marcos, Santa Cruz, San Juan, San Pedro y Santiago. Cada uno es diferente al resto y habitado por diferentes tribus mayas. Se hablan tres dialectos mayas alrededor del lago y nos sorprendimos al saber que todo el mundo habla su dialecto local, además del español, y las mujeres continúan vistiendo sus trajes típicos. Son gente amable, trabajadora y orgullosa de conservar sus tradiciones.
A San Pedro los “hippies” lo llaman hogar, o “wippies”, como un lugareño se referían a ellos: hippies con wi-fi. Nos asombró encontrar una gran comunidad israelí viviendo allí; muchos restaurantes sirven sus platillos y los menús están escritos en hebreo.
San Juan, es un pequeño pueblo junto a San Pedro, famoso por sus textiles y el uso de colorante natural en su tejido. Tienen hermosos tejidos, por ello terminé comprando dos bufandas.
San Marcos es pequeño, pintoresco, conocido por su “espiritualidad” y atmósfera new age, con varios extranjeros viviendo allí, quienes ofrecen todo tipo de masajes, yoga y sanación espiritual. Las clases que se ofrecen aquí, van relacionadas a estas artes y uno tiene que creer que la mágica ambientación contribuye en gran medida a la experiencia.
Santiago es la ciudad más grande y está mucho más desarrollada que el resto. Nosotros tuvimos la suerte de haber presenciado una procesión religiosa en honor a su santo local, donde las estrechas calles fueron adornadas con virutas de madera pintadas de colores brillantes. También visitamos una casa que albergaba a Maximón, un dios maya. Junto a Maximón, en un féretro de cristal cerrado había una figura de madera en tamaño natural de Jesucristo y junto a ella, varias estatuas de pie del mismo santo. También fuimos testigos de un ritual donde los chamanes locales cantan, ofrecen ron y cigarrillos a Maximón. Asimismo, la ropa de Maximón es lavada cada mes y esta agua con jabón es pasada y bebida por las mujeres que lavan la ropa y por los chamanes. Nos ofrecieron, pero me avergüenza decir que rechazamos la experiencia.
¡Una de las mejores escapadas que he tenido– ampliamente recomendado!